lunes, 13 de febrero de 2012

Experiencia Guadalajara, Jalisco



Esta ciudad siempre me había parecido llena de color y vida en todos sus aspectos, entre el bullicio de la gente corriendo en el macrobus, hasta las señoras que caminaban con sus niños en la espalda vendiendo dulces. Al llegar a esta ciudad nos percatamos de que los taxis te quieren sacar un ojo por su servicio, llegué a la central de Tlaquepaque y me dirigía hasta Huentitán en donde me esperaba mi nuevo hogar. Al entrar a esta casa noté que eran muy religiosos pues las costumbres en Guadalajara para los adultos es la fidelidad a su Dios. Fui de compras y como no conocía mercados me fui a Aurrera. Con el tiempo me di cuenta que la comida es mucho más barata que en Sonora en especial la fruta pues su precio se reduce casi a la mitad así que prácticamente yo no conocí la vida de “estudiambre“. Vivía a 20 minutos caminando de la escuela, el barrio de Huentitán el Bajo como los típicos nombrecillos, llegué a la escuela y no era lo que esperaba de la universidad más reconocida en Diseño Gráfico, las instalaciones estaban mal cuidadas y había perros como manadas. Al entrar a las aulas noté que estaban maltratadas, paredes sin pintar y mi decepción se iba incrementando. Tuve 5 profesores y una Directora en prácticas profesionales I. Conforme pasaron los días y meses me di cuenta que con lo poco que tenían los estudiantes para desenvolverse en la carrera hacían cosas maravillosas, sus estudios fotográficos sólo eran lámparas que ellos llevaban; su ejercicio creativo era en sí arreglárselas para que su trabajo fuese lo más profesional con material poco profesional. Esta escuela está basada en el arte por la fuerte influencia de la sociedad en implantar ésta en la vida de las personas residentes en Guadalajara, ya sea en eventos musicales, abriendo convocatorias de arte en general. Poco a poco me enamoró esta escuela por su sencillez, sus alumnos ninguno era igual, pues estaban las carreras de moda, diseño industrial, gráfico, cine, arquitectura, y la carrera “mito“ del plantel CUAAD…urbanismo que hasta la fecha nadie me supo explicar de qué trata esta carrera.
Podías ver la calidad de sus trabajos por medio de las exposiciones que se hacían ya sea a la mitad del semestre o al final. Los requerimientos de esta carrera era el de siempre innovar, y por medio de la imaginación podías llegar a cosas sorprendentes. Los maestros como en todos lados unos muy buenos y otros que no das ni un peso por ellos pero no hay nada como aprender de los alumnos que es allí donde aprendes de miles en este plantel, los de diseño grafico aprenden técnicas de los industriales, y viceversa, modas con industrial y un sin fin de combinaciones.. Bueno, no aprendí nada de los urbanistas pero sé que tienen sus buenas intenciones. La ciudad es hermosa de día y de noche, anduve de madrugada con amigos en San Juan de Dios, siempre nos dijeron que nos cuidáramos en esos barrios pero es donde empieza su magia. En la noche los mariachis vestidos de negro o de blanco se paran en el carril del Macro a que les contraten para tocar su música, las prostitutas caminan por allí también y aunque algunos podrían confundir que es una mujer vulgar y su pareja, es sólo un negocio andante, con su maquillaje excesivo, sus faldas cortas y tacones gastados, ya sus hebillas están gastadas de tanto ponérselas y quitárselas. También estaban los travestis que esos sólo salían de noche, a pesar de ser una ciudad muy liberal éstos aún no consiguen el respeto, mis amigos las llamaban las “transformers“ y me comentaron que en la calle Vallarta había tiendas para éstos con pelucas, plataformas, maquillajes, implantes de senos y pecho, todo lo que un transformer ocupa para ser bella. De vez en cuando iba para ver a la gente que pasaba a mi alrededor y cuando llegaba a ver uno de esos me sorprendía lo mejor cuidada que tenían su cara que la mía. Guadalajara en su totalidad es un acto teatral, todo es arte desde sus monumentos más comerciales empezando por el Teatro Degollado, sus plazas hasta la niña que corre detrás de ti y te pega una calcomanía en el brazo creyendo tu, tonto turista, que lo hace de buena voluntad pero la niña sólo quiere que le des unas cuantas monedas, desde pequeños son unos empresarios y artistas aprovechándose de su apariencia. En mi estancia siempre vi a los mismos vagabundos en los mismo lugares a la misma hora, ¡tenían su propio horario de trabajo! y se iban cuando las tiendas cerraban, es allí cuando salían los vagabundos sin hogar a dormir afuera de “Fábricas de Francia“. Podías ver tanta gente como en el día pero la diferencia es que ellos sólo deambulaban por la ciudad en busca de comida o simplemente para dormir.
Guadalajara y sus comidas fue el culpable de mi repentino aumento de peso el primer mes, antes de descubrir los nutritivos mercados locales que se ponían cada lunes en diferentes lugares de la ciudad. Las comidas eran ridículamente hervidas en aceite sin necesidad de eso, en especial las quesadillas que fue lo que me causó más asombro “¿para qué quiero una quesadilla dura?“ Pero era parte del proceso tenía que probar sus comidas para conocer todo. Su comida es siempre acompañada de horchata y sus multicolores salsas que por miedo nunca me animé a probar además de que toda la fruta la rocían con sal y limón.
Sobre los acentos se me hacía muy curiosa la colita que tienen al final al hablar, y yo como buena SONORENSE, siempre me di a notar cuando creían que estaba enojada o que era demasiado ranchero. En la universidad me encontré a varios sonorenses estudiando allí, uno de ellos de mi ciudad natal Santa Ana, que cuando nos vimos casi nos abrazamos de felicidad por encontrarnos a un “compa“. Con los meses conocí a una obregonense, Andrea que tiene el carácter fuerte y la sinceridad cínica de todo buen sonorense, que al ver el contraste entre ella y los residentes me di cuenta que la sinceridad debe ser tratada con pinzas pues la gente se ofende con facilidad, gracias a ella conocí gente con personalidades irrepetibles, artistas, vegetarianos, coleccionistas de animales exóticos entre otras exquisiteces. Y ya tenía amigos en Guadalajara antes de irme, por lo que de vez en cuando salía con ellos, y es precisamente de ellos de donde aprendí a verle el lado más artístico de mi carrera siempre experimentando cosas nuevas, Eddy y Paco seres de los cuales soy la rareza que soy ahora no se si maldecirlos o agradecerles, pero la vida la desde una perspectiva más entretenida y con un humor típico de ellos, raro. CUAAD era conformado por gente raramente especial y todos los días sus rarezas hacía mi día diferente.
En el departamento que me cambié meses después de estar harta de vivir con Doña Martha pues sus santos me veían cada vez que bajaba a la cocina como acusándome, en mi nuevo hogar éramos 6 estudiantes de intercambio que teníamos 2 metas en nuestra estancia, divertirnos y no reprobar ninguna para no deber la beca Santander, y así fue aunque los desvelos de las fiestas nos impedían movernos al día siguiente, siempre hacíamos nuestras tareas y como resultado, excelentes calificaciones y nuestro ciclo del sueño hecho un total desastre, mis compañeros de departamento eran de Tabasco, Tamaulipas y dos niñas sonorenses que aprendieron a hacer arroz. Esta experiencia me sirvió para no sólo aprender de la ciudad que nos acogía si no las costumbres y palabras de nuestros propios compañeros de departamento, que al final se convirtieron en unos grandiosos amigos en donde vivimos experiencias tan graciosas que espero nunca olvidar. Guadalajara es lo más feo-bonito, triste-feliz y excéntrico que me pudo pasar, sus calles y gente me enseñaron demasiado de como sobrevivir en una ciudad que está creciendo con rapidez además de enseñarme que me faltaba mucho por conocer. Ah, y las tortas ahogadas están muy malas.

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